Tiembla la sombrilla
al empuje de la brisa.
Juegan niños en la arena.
Olas rompen en la orilla.
Algunos pasan el día
expuestos al tórrido Sol,
constatando con alegría
que sus cuerpos toman color.
Unas mozas pasean por la orilla,
buscando, quizás, unos amigos,
luciendo, seguras, sus pantorrillas.
Por favor ¿Qué hora es?
Preguntan de vez en cuando.
No es que tengan prisa,
es... ¡por decir algo!
Qué solo se encuentra uno
rodeado de tanto extraño
¿Qué hago yo en esta playa?
¿Por qué vuelvo año tras año?
Dentro de unos días
todo habrá terminado.
¡Al fin, estamos en casa!
Dirán los que van llegando.
Y a empezar de nuevo.
Y a esperar otro año,
contando a los amigos
lo bien que lo han pasado.
Y que el pueblo era bonito,
qué caro estaba el mercado
¡Qué noches en la discoteca!
Con la mujer, claro...
Ninguno hablará de aquello
que tanto le hubiese gustado
y que quedaron para otros
más guapos y afortunados.
Qué hubiesen hecho algunos,
si no estuviesen casados?
Cuántas caras tristes,
y pensamientos raros,
bajo sombrillas de colores,
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