domingo, 21 de mayo de 2023

LA GENTE VIP

 


A veces yo me pregunto

si es que a mí  se me va la olla

 o quizá, y es lo más seguro,

es que soy un  gilipollas.

 

Saludo, escribo, comento

 a  personas de mi entorno

regalo cosas,  divierto...

¡Se lo pasan por el coño!

 

Actúan como los nobles

actuaban con sus vasallos:

ellos llaman y estos corren

a besarles el carallo.

 

¡Ay qué malo es el dinero!

pena ser privilegiado

y nunca decir Te quiero

viéndose rey siendo esclavo.

 

¡De  gente así, yo me aparto!

 

© Juan Pan García

martes, 9 de mayo de 2023

EL MILAGRO

 

Me sentía nostálgico, la ansiedad me consumía. Busqué en un cajón y encontré una pastilla. No estaba caducada y me la tomé. Media hora más tarde me sentía mejor. Fue entonces que noté su presencia y me giré a observarla: ¡Era una joven espectacular!

Ya apenas la recordaba, hacía varios años que no la había visto así, tan bonita, tan joven y decidida.

Me paré a osbservarla detenidamente: había engordado, eso era evidente, también había aumentado hasta  el doble de la estatura de la última vez que la vi. Su tez sonrosada, lisa  y brillante aun  sin maquillaje, me encantaba; su cabeza,  ovalada y ergida sobre un  elástico y cimbreante cuerpo, ponía la guinda a esa maravillosa criatura que otrora tanto placer me regalaba.

 No hay duda, debo reconocerlo: la pastillita azul hace milagros.

domingo, 7 de mayo de 2023

CARTA PREMIADA EN EL CONCURSO INTERNACIONAL DE "CARTAS DE AMOR" CELEBRADO EN BUENOS AIRES EN FEBRERO DE 2017

 


QUERIDA AMIGA:

Mi esposa amaneció ayer con cara cansada y marcas azuladas en torno a los ojos; no había pegado ojo en toda la noche, yo lo sabía. En la oscuridad, la notaba tensa y estirada boca arriba en el lecho, y no escuché ni uno solo de sus habituales ronquidos. Tenía miedo.


Por la mañana temblaba, y no era de frío, ni de fiebre: era el miedo. Ella intentaba no preocuparme y sonreía, con esa sonrisa triste que ya conozco de otras veces. A las nueve de la mañana, mi esposa estaba citada en los quirófanos del Hospital Virgen de El Puerto, para extirparle un quiste de un seno. Otro. Y, como en el anterior, ella, mi niña, temblaba de miedo. ¿Sería grave? ¿Maligno?, me preguntaba mirándome a los ojos para que fuese sincero. De nada valía que el médico y el cirujano en visitas previas la tranquilizara diciendo que era algo superficial, que no estaba “dentro”, que era un bulto de grasa… El miedo es libre, y se había apoderado de su frágil cuerpo. “Si me pasa algo, ya sabes lo que tienes que hacer”– me decía con una triste sonrisa, esperando que yo negase su razonamiento, que la abrazara y le diese un beso de ánimo, segura de que yo estaría allí a su lado, nervioso, tras la puerta del sufrimiento.

Y llegó la hora, entró en el quirófano y le sacaron ese maldito quiste horadándole el seno, ese seno que amamantó a sus cuatro hijos, el mismo que me entregó a mí el primero…

A las dos horas salimos hacia nuestra casa muy contentos; ella sonriendo y hablando mucho, contando las bromas que le habían gastado los médicos. Bromas, trato y atención piadosas, ¡que son muy humanos los médicos!, y le decían cosas para hacerla reír, para que distendiera sus alborotados nervios.

Mi niña venía muy contenta y riendo, a pesar de los seis puntos que mostraba en el seno. Y yo era feliz por ella: no se merecía sufrir tanto y quería verla sana y contenta, escuchar sus risas, esquivas desde hacía tanto tiempo. Risas que le robaba el viento del miedo. Ésa es mi niña, la mujer que yo tengo, la que me soporta desde hace tantos años, tanto tiempo… La mujer que tanto quiero. Y ahora, mientras ella reposa en el sofá, calladamente sufriendo el dolor de la herida del pecho, yo me he asomado al balcón, he alzado la vista y he buscado entre las nubes a ese Dios que está en los Cielos y calladamente, con mi corazón, le he dicho: Gracias, Dios, por haberla traído entera, con sus dos senos completos. Perderlos era lo que ella más temía, y en eso has sido benévolo. Y déjala ya tranquila, son tres veces las que ambos hemos sentido miedo. Ya vale. Si es necesario, si no hay más remedio, tómame a mí, que estoy aún entero. Déjala a ella, que es lo mejor que en esta familia tenemos.

Y eso es todo, amiga mía, y para que lo sepas y comprendas, tal como te lo escribo, así lo siento.

Un beso.



Registro de la Propiedad Intelectual, Cadiz, 4 agosto de 2000

lunes, 1 de mayo de 2023

“NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA”

 



“NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA”

Reside, protegida por un cielo
de altas nubes blancas y plateadas,
en su santuario del Monte Cabezo
la Santa Señora que yo venero.

Subiendo la sinuosa carretera
se atisba de pronto, desde muy lejos,
sobre un peñasco, ¡qué bonita escena!
¡Oh, excelsa figura, la del Santuario!

Muy lentamente suben las carretas
cruzando Andújar van a la montaña.
Caminan esforzados pelegrinos,
a adorarla ellos acuden en masa,

Pienso que lo mío fue un gran milagro
que realizó un día la Señora:
hallándome yo hundido, sin trabajo,
me sucedió lo que les cuento ahora:

A la sufrida madre de mis hijos
la tremenda situación abrumaba:
para comer y pagar hipotecas,
con mi subsidio no nos alcanzaba.

Ella, ¡pobre!, vivía muy asustada,
sus bonitos ojos lucían tristes
en la oscuridad a veces lloraban...
¡Desesperada, rompíase mi alma!

¡Qué difícil llevar el pan a casa!
No hallar trabajo, me desesperaba...
Y buscándolo yo llegué hasta Córdoba
hablé de ello un día con una anciana.

Ella, postrada en una silla rezaba
a una imagen de la Señora Santa.
Puso su mano en la mía y me dijo
con la voz tierna y serena mirada:

Regrese  a su casa, buen hombre,
la Santa Señora ya lo acompaña.
Trabajará durante muchos años
felizmente muy cerca de su casa

Yo, la verdad, no me creía nada.
¿Qué le debo, señora?, pregunté
Señor, usted a mí no debe nada.
Páguele usted a la Santa Señora
que habita sola en su santa montaña
¡La Virgen de la Cabeza se llama!

¿Y cómo se lo pago yo, señora?
Yo no conozco esa santa montaña...
Cuando se cumpla lo que yo le digo,
acuda usted a verla en cuanto pueda
un ramo de flores lleve a la Santa
pues como toda mujer es coqueta.
Su Santuario, lo verá en los mapas.

Y pasó algo que a mi mente rebasa:
¡Un trabajo me buscó la Señora,
a unos trescientos metros de mi casa
donde llevo nueve años, hasta ahora!

Recordé mi deuda con la Señora
¡Tenía que ir a verla con mi esposa!
Fuimos un día gris de viento frío
hasta a la iglesia donde ella reposa.

Entramos ambos en la gran basílica
con sendos ramos de flores bonitas,
que los dos dejamos, agradecidos.
a los pies de la Virgen Morenita

Vimos todo lo que había por ver,
dos medallas en recuerdo compramos,
silbaba el viento y el Sol sonreía,
Sierra Morena enfrente, nos besamos.
Dentro, la Señora nos bendecía.

                  FIN

 
© Juan Pan García