viernes, 20 de enero de 2023

LAS GALERAS



 

Tomándome el aperitivo yo estaba,

cerveza  cero, cero y jamón,

y llega mi Carmen y arroja

las galeras vivas en la cazuela.

¡Ay qué dolor!

Al instante me ha venido a la mente

que en el África negra a mi también

apresado por una tribu demente

 mí cuerpo enterito se quisieron comer.

Me despojaron de la ropa

y sin lavarme siquiera, me echaron en la olla.

¡La leña ardía crujiente bajo mis pies!

Afuera hacía frío, y allí dentro estaba calentito,

 por eso yo, de momento, no me quejé

hasta que el agua empezó a hervir:

¡Me cago en vuestros muertos, negritos!

–bailando dentro, yo les grité—

Los negros, ninguneándome, añadieron sal y un cienpies.

Entonces yo me encomendé al Santísimo

y con lágrimas en los ojos le supliqué:

¡Venga ya, tío, haz un milagrito, joér!

Y al instante se alumbró mi lucidez:

Estáis perdiendo el tiempo, amiguitos

—le dije a un tío, que más feo no podía ser—

Ya me probaron una vez y no estoy bueno.

¿Veis esta señal? —la cicatriz del apéndice les mostré—

 Pues lo que falta se lo comieron vuestros compañeros,

 y la palmaron después, pues mi cuerpo es veneno.

Y vino el hechicero, y me miró por delante y por detrás

Me tocó las nalgas relamiéndose de gusto

pero al ver los güevecillos, ¡se echó a llorar!

 

Al final me sacaron,  me pidieron perdón

y me invitaron a comer: carne de serpiente,

rata ahumada y escarabajos. ¡Qué fatigas, Señor!

 No te entiendo, Dios: ¿Me salvas de un perrito y me echas un león?

Entonces, llegando ronca de las nubes oí Su voz:

¡Gilipollas, estás vivo! ¿Qué más puedo hacer yo?


Y es verdad, gracias a Él, aquí sigo estando yo.

 

©Juan Pan García, el mesmo del otro día