lunes, 26 de septiembre de 2011

QUISIERA SER POETA



Quisiera ser poeta para decir lo que siento con las palabras más bellas. Describir nostálgicos atardeceres de nubes sangrientas suicidándose en el mar; noches oscuras de brillantes estrellas y la luna, pudorosa ante nuestras caricias, ocultándose en las nubes, llena de vergüenza…
Soy un hombre sencillo de maneras y creencias, soñador de sueños imposibles, humillado ante tu belleza, y quisiera ser poeta para decirlo.
Poder describir el efecto de la brisa sobre tu cabello, la mirada celeste de tus ojos misteriosos, brillantes por el deseo; el palpitar de tu corazón, la aureola encendida de tus senos, entrecortado el aliento mientras los contemplo.
Tus nalgas de terciopelo, cálidas, acogedoras, amorosas… estremeciéndose con mis besos.
¿Y tu cara, qué decir de ella, de su expresión embriagada de amor y deseo? Tus labios carnosos, entreabiertos, anhelando un beso mientras yo, tembloroso y perdido en tus ojos, cierro los míos y muero de gozo.
Las mariposas volando escandalizadas al irrumpir tú en el prado corriendo entre los jaramagos; las amapolas cediéndote el paso y los saltamontes saltando.
Y más lejos, en el bosque, en lo alto del pino, la tórtola que canta mientras observa cómo nos amamos.
Quiero hablar del mar como lo hacen los poetas: ellos conocen a las olas y los vientos, y saben lo que sienten las velas blancas de los barcos que surcan el horizonte cuando las acaricia el viento.
Hablar de las gaviotas y las golondrinas que acompañan mi descanso veraniego, las unas en la arena dorada de la playa; las otras en el patio de mi casa, anidando bajo un techo.
Quisiera decir sobre tu boca y la locura de tus besos lo que nadie ha dicho antes, ni los vivos ni los muertos, al sentir tus labios húmedos abrazando los míos, y tu lengua, curiosa, explorando mis sentidos; hablar de mi corazón enloquecido, al descubrir tus más íntimos secretos.
Y sobre ese instante sublime en que se pierde la noción de las cosas y el sentido, olvidando que estamos vivos, que no importan las hipotecas, ni los hijos ni sobrinos, ni las letras que no sean amorosas, ni el caluroso verano ni el invierno frío… de todo eso quisiera hablar de manera bella, como hacen los poetas, para que mis palabras permanezcan aun cuando yo me haya ido.




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