lunes, 26 de septiembre de 2011

SOLEDAD

Hoy no me conmueve el instante en que Sol leva anclas, pintando las nubes que lo arropan de color naranja

Me muestro indiferente al guiño azul de las jacarandas, cuyas ramas me saludan desde la plaza.

La golondrina que anida en el alféizar revolotea ante mi balcón, preocupada, y las hortensias de mis macetas cuchichean entre ellas a mi espalda, mientra yo mantengo la mirada ausente, clavada en la lejana bruma, y tiemblo al ver el vacío que has dejado en mi cama.

El Sol y aire me abrazan, intentan darme consuelo, secar mis lágrimas, mientras yo, quebrado el pecho, desahuciada el alma, arrastro la soledad de la noche, su silencio y sus fantasmas.

¡Pensar que no volveré a sentir en mis manos la dulzura de tus senos, ni tendrán mis traviesos dedos vida en libertad para buscar en los humedales de tus valles la esencia viva que nos hacía vibrar mientras ambos nos comíamos a besos!

¡Ay, amor! Pensar en el néctar de tu boca, tus carnosos labios entregados y mi lengua cubriendo tu piel de seda...

Sueño con pétalos de rosas que vuelan hacia mí y me besan, me ofrecen su aroma y, embriagado, me dejo acunar en tu jardín. El aire, turbado, huye de nosotros y morimos asfixiados, aspirando y sollozando como locos, hasta caer muertos el uno sobre el otro.

No, hoy no escucho el saludo perfumado de las rosas, ni acepto la invitación de abejas y mariposas para deambular con ellas entre las flores del jardín: la flor que me impelía a inclinarme, trémulo de pasión, ante su belleza; la que mantenía mi alma en la suya presa, embriagada de perfumes, alimentada con fluidos, impregnados de su esencia... Ésa, se montó el sábado en un avión, y desapareció en aquel punto del cielo que mantiene fija mi mirada.

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