lunes, 26 de septiembre de 2011

LA DAMA DESCONOCIDA

Escrito para el V Encuentro de Poetas en la REd, celebrado en Sigüenza el 24/9/2011


Apacible se te ve, joven Doncel,

Mientras lees el libro de poemas

que a tu amada quizás escribieras

en Granada, la tierra del infiel.


Antes de que el moro te hiriera

Y de la extensa vega granadina

regase tu sangre la verde yerba...

Tu pensamiento fue para ella


A la dulce Ana que te cautivó...

Abnegada madre, amante enamorada...

¿Dónde la dejaste? ¿Qué fue de ella?

¿Por qué permitiste que se la ignorara?


Cuentan los mendigos que velan en la plaza

Arropados por cartones y entregados al vino,

Que de noche los remordimientos

ahuyentan el sueño de tu almohada;

no ha lugar en tu corazón para el olvido.


Insisten estos pobres seres, con voz cascada

—Y apuestan por ello mil botellas de vino—

que en la silenciosa catedral, de madrugada,

sonó la marcha nupcial de Mendelssohn

y juran por sus muertos y por sus vivos

que te vieron en el altar junto a tu amada.


Uno de ellos, poeta incomprendido,

que en alcohol sus penas ahogaba.

Desahuciado por su mujer y sus hijos

de tal manera la escena narraba:


«Las altas vidrieras, fulguran en la noche.

Iluminadas por las llamas de cirios y velas

De importantes invitados la catedral está llena

Ansiando escuchar del Doncel un ¡Sí, quiero!

Que a la bella novia honor y felicidad conceda.


Cuando el órgano enmudece el Doncel le dice:

Soy Noble; tú, plebeya: ¡desposarte no puedo!

Debo, a mi pesar, seguir las reglas. Lo siento»


La novia, humillada, arroja su ramo al suelo,

Sus ojos, antes serenos, se llenan de lágrimas,

Alma herida, corre hacia la puerta y escapa.


Derramando por las calles su amargura

El eco de sus pasos rebota en los muros

Cientos de murciélagos salen de las hendiduras


Las nubes huyen raudas en el cielo y levantan

Remolinos de papeles y hojas muertas en la plaza

Un mochuelo cruza el aire y se posa en una rama


La noche oculta a la dama; nadie puede hallarla »

Y el poeta me mira con sus vidriosos ojos,

alza un trémulo dedo y declara:

«El blasón de los Arce,

eliminó a la muchacha»

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