DEDICADO A MIS AMIGOS MERCEDES DUEÑAS Y ESTEBAN DE MIGUEL
Irrumpe en la casa por las ventanas
expulsando tinieblas, y a las figuras
descubriendo y dándoles vida,
el rayo de sol en la alborada
Así fue cuando la descendiente
entró en aquella confortable casa
deslumbrando con su presencia
y vitalidad a todos
los presentes
No era muy alta y mas bien llenita.
Ella me miró con
su ojos grandes,
de mirada franca, y en su boquita
apareció bonita y cálida sonrisa.
Ella se acercó a su madre adorada,
quien orgullosa y
muy alegre,
con inmensa ternura,
sonriente,
absorta a su amada
niña miraba.
Porque aquella mujer ya hecha
seguía siendo su bebé, su niña,
al igual que cuando le daba teta
y a pesar de
cumplir los treinta
Se dieron un abrazo, intercambiaron besos...
se dijeron palabras de ánimo, cosas, eventos...
Luego la joven se volvió hacia mí, sonriendo:
"¡Hola!, soy María, la hija. Encantada."
Y se estiró un poco y me puso su mejilla
y yo, que arrobado a madre e hija observaba,
deposité un fugaz
beso en su bonita cara.
Ella tenía prisa, sólo venía a comer,
apenas una hora, y luego a correr
Era simpática, alegre y locuaz,
su voz, agua fresca manantial,
para los oídos sedientos, el Maná
Al otro lado de la mesa se hallaba
un mocetón con
cara de niño:
estudiante, cariñoso, buen hijo
a quien sus padres adoraban
Y enfrente de mí, el progenitor
orgulloso, alegre, contento...
presidiendo la mesa con amor
Más tarde llegó otro chico,
el mayor de los
tres hijos:
musculoso, ágil cual felino
"Gimnasio, mucho ejercicio"
Irradiaba felicidad y amor el nido.
Sus hijos son su legado, gran tesoro,
del mundo lo mejor, lo
más bonito,
Para aquellos amigos queridos.