QUIERO ESTAR SOLO
Solo en mi balcón, estoy solo.
Veo pasar las nubes, en los cristales se estrella el viento.
Las ramas de los árboles de la plaza se cimbrean, como tu cintura ante mí, ha tiempo.
Ahí enfrente, en la iglesia, hay gente llorando a un muerto. Debe ser importante: el Obispo ha venido al entierro.
A la izquierda los niños, impasibles, juegan en el patio del colegio.
Miran sus teléfonos móviles, no tienen lápices ni tiza, han despedido al maestro.
Yo no quiero salir a la calle, me da miedo.
El viento trae aromas fétidos, dolorosas palabras y lamentos.
Arriba pasa un avión en este momento. Tal vez lleva pasajeros que transportan su dinero al extranjero, los mismos que sacrifican a los viejos en aras del progreso.
El mar vomita en las palyas algas, plásticos, zapatos y cuerpos. Algunos, vivos; la mayoría, muertos. Millones de personas huyen de la guerra, se plantan ante las puertas del Paraíso y rompen las rejas; pronto se dan cuenta de que han entrado en el Infierno.
Las florecillas silvestres luchan por sobrevivir en el asfalto, pero serán vanos sus intentos.
En cambiar nombres a las calles, en destruir monumentos, en repartirse el dinero de ayudas y presupuestos, en desenterrar a los muertos... En esos menesteres, los diputados pasan el tiempo en el Congreso, mientras millones de familias pasan hambre, duermen en la calle y mendigan alimento.
No, no..Yo no salgo. Ahí fuera manda el viento, un viento que viene rugiendo de muy lejos, trae arena y polvo, que penetra en los ojos, seca las lágrimas y los huesos, y enferma el alma porque huele a pólvora y a muertos.
Y también huele a ti. Porque ni el viento ni la lluvia de este invierno han podido cerrar la herida que ha abierto en mi alma tu cruel comportamiento.
Yo no salgo a la calle, lo que pasa ahí fuera yo no quiero verlo.
No estoy solo: abrazadas a mí, apretándose a mi pecho, mirándome con impúdico deseo están esas señoras feas y desdentadas: la Rabia y la Impotencia, que juran no abandonarme de por vida, hasta que la muerte nos separe.
Al Este, cuando amanece, veo venir hacia acá en medio del disco de fuego las siluetas de cuatro caballos con sus extravagantes jinetes. Vienen a arrasar el mundo, y la Humanidad lo consiente.
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