Hoy me siento deprimido, un bajón de autoestima. Me he
pasado en mis declaraciones a una amiga y temo que ella se haya ofendido.
Tras pasar otra noche en vela, no pude reprimir la ansiedad
de mis sentidos y dije más de lo que en esta sociedad está permitido, y ahora, al
intuir que ya nada será igual, me siento
compungido, pues cuando el amor entra en una casa la amistad por la ventana ya ha huido.
Ella asegura que no pasa nada, que aun así siempre seré su amigo; pero
cómo puedo vivir yo teniéndola al lado, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos,
adorándola más que a Dios, mirando sus labios tiernos mientras me habla sin escucharla yo,
soñando con poder besarla y en mis brazos acunarla. Imaginando mil juegos
eróticos en la oscuridad de la noche, devorando su cuerpo y a causa de ello que
mi energía yo derroche...
El suplicio de Tántalo es lo que estoy sufriendo: ver la sabrosa fruta a mi alcance y alejarse ella cuando comerla intento.
Ella es tan dulce... tan bonito su cuerpo... Es tan
especial, tan única para mi alma... Un torrente de agua en un desierto, una amapola
en un trigal, o en la oscura noche un lucero.
Amor y amistad pueden ir juntos, pero tienen límites que no se pueden cruzar.
ResponderEliminarUn texto que da para mucho.
Un abrazo
Muchas gracias, José Manuel. Bienvenido a este rincón. Visitaré el tuyo en cuanto tenga un rato. Saluos
ResponderEliminarPrecioso Juan
ResponderEliminarbesos
Larisa
Muchas gracias, Larisa. Besos
ResponderEliminarEso si que es un suplicio terrible.
ResponderEliminarNo te va a resultar fácil.
Saludos.
Lo intentaré arreglar, Toro Salvaje. Saludos
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