Presume la esfinge etérea
de
avances y beneficios,
con su caradura, pétrea,
gracias a su buen oficio.
Abrumada por su infamia
mi alma, regresó al camino:
observar la tierna infancia
sin dudar fue mi destino.
Hallé millones de niños
sin disfrutar tres comidas,
huesudos cuerpos lampiños,
con figuras mal nutridas.
Padres buenos, tristes almas
esposados con el paro,
víctimas de la usura extrema
Desahucios, ¡qué descaro!
No es de nieve el crudo frío
el que constriñe las personas.
Las que dejan sin abrigo,
son tus injustas proclamas.
¿Cómo sin pudor afirmas,
lacayo del financiero,
"Crecemos, va bien España"?
¡Maldito sea el dinero,
que promete un gran futuro!
No importa que su guadaña
siegue vidas sin consuelo.
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