Miraba un niño en la calle
con los ojos deslumbrados
al rey Baltasar que pasaba
Se acercaba a los balcones
que previamente en las cartas
los niños le habían encargado
Da un bufido y se gira
el camello al ver al niño
y al rey, que trastabilla,
se le cae un paquete justo
a los pies del chiquillo.
Dámelo, dice el Rey negro,
es para un niño que está malito.
Y dime cómo te llamas, hijo,
buscaré en las alforjas tu regalito
No señor Rey, no busque nada
-responde muy triste el niño-
ninguna carta yo he escrito:
Mi padre está sin trabajo,
y no hay dinero para sellos.
Hoy, aún no hemos comido.
El niño recoge el paquete del suelo
Se pone de puntillas y se lo da al Rey
Que lo mira muy apenado, ¡rediez!
no puedo concederle su regalo!
¡Trabajo, trabajo, trabajo...!
Cosa seria, difícil de encontrar
¡Qué más quisiera yo, hijo,
que a tu padre poder colocar.
Pero corren malos tiempos
que esta gentuza con los recortes
incluso a mí me quieran echar
Si hablas con Udargarín quizás...
Siendo él tan importante,
y miembro de la Casa Real...
¡Seguro que te podrá ayudar!
Pero ¡ojo!, ése no es como yo:
él, jamás trabaja de balde
y para poder pagarle el favor,
día y noche trabajará tu padre.