En esta piedra blanca y soleada suelo sentarme yo para descansar un ratito, antes de tomar el camino de vuelta hacia mi casa. Hoy he ido a sentarme y he oído una voz del cielo que me avisaba:
"El otro día se sentó en ella una mujer hermosa, la que desvela tus noches, la que te inspira siempre, sí, tu musa, tu hada."
Y yo me he sentado en el suelo para no borrar la huella que su bonito trasero en ella dejara grabada.
He besado la zona donde ella estuvo sentada. He imaginado su piel cálida, fina y blanca. He respirado hondo para sentir el olor de sus caderas, de sus bellas dunas, de su flor rosada, y me he deleitado soñando con mi bella hada.
Mas de pronto me desperté y volví a la Tierra. Tenía mis labios llenos de arena. La roca no olía a otra cosa que a mar salada. No he logrado saber a qué huelen las hadas.
Triste sino el mío. Ni los sueños me acompañan.