No cantas, ruiseñor, en primavera
cuando en tu corazón
la pena anida.
Por muy bonita que sea la vida,
para ti supone una
dura condena,
que cumples sumido en
grave letargo
desahuciado de tu
pajarita.
Tu futuro es negro,
cual antracita,
y ahogas con vino tu enorme pena.
¡Vive Dios!, el anís
te sabe amargo
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