¡Buenos días, amig@s!
Por decir algo, pues esta noche la he pasado en blanco.
¡Pobre Eusebio!
Resulta que anoche, sobre las doce, estaba viendo yo una película cuando suena el timbre de la puerta y me encuentro al Eusebio muy agitado, con la respiración descontrolada a punto de salirle el corazón por la boca. Me pone frente a mi cara la mano abierta para que espere un momento y al cabo de un minuto y dieciséis segundos me dice:
¡J—Juanillo, acompáñame, por favó!
¡ — ¡Pero que te pasa, amigo!
Que me acaban de llamá del hospitá porque mi mujé ha dao a lú un niño. ¡El Primero¡ Y yo estoy tan nervioso que no puedo ni conducí
P—Pero hombre, eso no es nada, mi mujer ha tenido cuatro y aquí está más joven y guapa que yo.
——¡Jajajaja!, más guapo que tú es hasta el perro de mi suegro, un bulldó que tira má baba espumosa que una fábrica de jabones. Bueno, a lo que vengo: ven conmigo y te presento a mi hijo.
Diez minutos más tarde estábamos en la sala de maternidad. La mujer de mi vecino nos recibe acostada y sonriente, feliz de ser madre. En el regazo cubierto con una mantita, asoma la carita de un bebé.
i—Mira qué guapo es tu hijo, cariño —le dice ella a su marido.
— No cariño, no. No es negro, es que le ha salido un lunar
¡—¡Ah, bueno! Joder, que susto me he llevado.
Y ahora que está amaneciendo después de tomarme con mi vecino cuatro guisquis JB, celebrando el acontecimiento en la cafetería del hospital Virgen de El Puerto, me dirijo en taxi hacia mi casa. ¡Asco de vida esta!