Sucede que no siempre
se levanta uno con el mismo ánimo.
Que las sombras del alma aprietan la garganta e impiden
vivir,
y uno echa en falta los falsos besos de tus labios cuarteados.
Labios que encienden mi
piel y liberan el orgullo de ser hombre...
Pero soy fuerte.
Nunca más llegarás a sentir cómo se resquebrajan mis
defensas
habiendo probado en mí toda suerte de venenos sin matar mi cuerpo.
Tus dardos
empozoñados no llegaron a destruirme, pero casi.
Y ahora estoy inmunizado contra todo lo que hace sangrar el
alma.
Veo una raya de tiza en la pizarra oscura de mi vida.
Una luz que hiere mis sombras, y ella se incrusta en mis retinas sedientas de sexo.
Mi boca tiembla añorando el día en que escalaba sobre tu vientre y mordía el alféizar de tus senos.
Palpita mi lengua al recordad el tacto de tu vello púbico ensortijado
mientras se balanceaba el mástil de mi velero cubierto de espuma,
llevándome al abismo del cielo, donde ángeles y demonios confluyen.
No, hoy no me he
levantado del todo, aunque camino erguido
y vivo las horas muertas.
Te echo en falta como la lluvia a la montaña, y desearía enloquecer
y morir contigo sin resistirme, rodeado por tus brazos infieles convertido en alimento fugaz para tu vientre hambriento, oh
mantis religiosa.
