Sentada en un banco
la mirada al frente
viendo pasar los trenes.
Tiene el corazón encogido
sus ojos llorosos, ausentes,
sarmentosas manos azules,
y fantasmas en su mente
Ha pasado el Talgo,
y el Regional Express,
su hijo aún no ha vuelto
y ya es hora de comer.
«¿Qué le ha pasado
a mi pobre niño,
por qué tarda tanto?
¡Dios, que hace frío!»
Se ha puesto el sol
la noche ha venido
cargada de sombras
y de escalofríos.
Ya no pasan trenes
por esa estación
y la anciana sigue
sentada en un banco
helada y con hambre
mirando el reloj.
«Qué le habrá pasado a mi hijo,
pobrecito mío, que no viene
‘Espera mamá que ahora vuelvo.
Olvidé tus documentos, me dijo.»
La luz del amanecer
se extiende sobre las vías,
y silencioso y con brío
llega el tren de cercanías.
Acurrucada en el banco,
su cara dulce, pálida,
arrugada como una pasa
sus ojos azules, vidriados
sonríen a la mañana.
En un hotel muy lejano
en las Islas Canarias
su hijo, esposa y nietos
se levantan y se preparan
para bajar a la playa.
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