domingo, 7 de mayo de 2023

CARTA PREMIADA EN EL CONCURSO INTERNACIONAL DE "CARTAS DE AMOR" CELEBRADO EN BUENOS AIRES EN FEBRERO DE 2017

 


QUERIDA AMIGA:

Mi esposa amaneció ayer con cara cansada y marcas azuladas en torno a los ojos; no había pegado ojo en toda la noche, yo lo sabía. En la oscuridad, la notaba tensa y estirada boca arriba en el lecho, y no escuché ni uno solo de sus habituales ronquidos. Tenía miedo.


Por la mañana temblaba, y no era de frío, ni de fiebre: era el miedo. Ella intentaba no preocuparme y sonreía, con esa sonrisa triste que ya conozco de otras veces. A las nueve de la mañana, mi esposa estaba citada en los quirófanos del Hospital Virgen de El Puerto, para extirparle un quiste de un seno. Otro. Y, como en el anterior, ella, mi niña, temblaba de miedo. ¿Sería grave? ¿Maligno?, me preguntaba mirándome a los ojos para que fuese sincero. De nada valía que el médico y el cirujano en visitas previas la tranquilizara diciendo que era algo superficial, que no estaba “dentro”, que era un bulto de grasa… El miedo es libre, y se había apoderado de su frágil cuerpo. “Si me pasa algo, ya sabes lo que tienes que hacer”– me decía con una triste sonrisa, esperando que yo negase su razonamiento, que la abrazara y le diese un beso de ánimo, segura de que yo estaría allí a su lado, nervioso, tras la puerta del sufrimiento.

Y llegó la hora, entró en el quirófano y le sacaron ese maldito quiste horadándole el seno, ese seno que amamantó a sus cuatro hijos, el mismo que me entregó a mí el primero…

A las dos horas salimos hacia nuestra casa muy contentos; ella sonriendo y hablando mucho, contando las bromas que le habían gastado los médicos. Bromas, trato y atención piadosas, ¡que son muy humanos los médicos!, y le decían cosas para hacerla reír, para que distendiera sus alborotados nervios.

Mi niña venía muy contenta y riendo, a pesar de los seis puntos que mostraba en el seno. Y yo era feliz por ella: no se merecía sufrir tanto y quería verla sana y contenta, escuchar sus risas, esquivas desde hacía tanto tiempo. Risas que le robaba el viento del miedo. Ésa es mi niña, la mujer que yo tengo, la que me soporta desde hace tantos años, tanto tiempo… La mujer que tanto quiero. Y ahora, mientras ella reposa en el sofá, calladamente sufriendo el dolor de la herida del pecho, yo me he asomado al balcón, he alzado la vista y he buscado entre las nubes a ese Dios que está en los Cielos y calladamente, con mi corazón, le he dicho: Gracias, Dios, por haberla traído entera, con sus dos senos completos. Perderlos era lo que ella más temía, y en eso has sido benévolo. Y déjala ya tranquila, son tres veces las que ambos hemos sentido miedo. Ya vale. Si es necesario, si no hay más remedio, tómame a mí, que estoy aún entero. Déjala a ella, que es lo mejor que en esta familia tenemos.

Y eso es todo, amiga mía, y para que lo sepas y comprendas, tal como te lo escribo, así lo siento.

Un beso.



Registro de la Propiedad Intelectual, Cadiz, 4 agosto de 2000

No hay comentarios:

Publicar un comentario