Como murmullo de agua
cristalina que baja de la montaña entre
helechos y jaras suena tu dulce voz en
mis oídos, brotando en mi corazón ternura cálida.
Tus risas espontáneas, ¡oh, tus risas, con qué facilidad me embriagan!
Tus risas espontáneas, ¡oh, tus risas, con qué facilidad me embriagan!
Al igual que la luz de fuego del amanecer perfila la montaña y atrapa mi mirada, reflejándose en mis retinas embobadas, así tus risas resuenan en mis oídos y acarician mi alma enamorada, estremeciéndose de cariño y alegría al sentir tus carcajadas.
¡Se te ve tan feliz...!
La alegría que irradia tu voz es contagiosa, penetra en mi pecho y en mi corazón se instala.
Y si solo escuchar tu voz me produce eso, ¿te imaginas cómo
me sentiría si tu boca yo besara?
Alegría irradian tus letras Juan.
ResponderEliminarMuy bonito.
Un abrazo.
Gracias, Mercedes. Tú siempre tan amable. Un beso
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