Ser de luz que habita en ti.
Alma pura, sana y bella,
viniste desde una estrella
para enseñar a vivir
Entre todos los mortales
me elegiste un día a
mí:
obtuso, soberbio y vil,
para cambiar mis modales
Tonto de mí,
confundí
tu amor incondicional
con un deseo carnal
Me mostré celoso, vil,
no quise reflexionar...
¡Ay, amor!, y te perdí
Lástima del último verso.
ResponderEliminarBuen soneto.
Saludos.
Sí, es una pena. La vida juega a veces malas pasadas, pero hay que seguir. Muchas gracias, amigo Toro Salvaje porque me has acompañado en este mundo de letras durante todo el año. Feliz Navidad.
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